LA MEMORIA EN EL BOLSILLO
- Otro Enfoque
- 9 oct 2024
- 5 Min. de lectura
Por : Yustin Vilchez, estudiante de la carrera de periodismo de la Universidad Profesional de Periodistas Jaime Bausate y Meza.
“Necesito un país menos amargo que deje de golpearme en
los costados”
Recuerdo la noche que mi madre me abrazó y nos dijo: “Hijos, no hay futuro aquí, nos iremos de Venezuela, hasta que la situación mejore, no podemos seguir así, hay que buscar una solución y un mejor futuro.” La desesperación en sus ojos me partió el corazón, la noté con miedo y ansiosa, pero nunca me atreví a preguntarle o refutarle.
La crisis en Venezuela nos había quitado, literalmente todo: la seguridad, la salud, la educación, la dignidad.
Yo con tan solo 17 años, estaba viendo cómo mi país se desmoronaba, cómo la escasez de comida y medicinas había convertido nuestras mesas en un paisaje desolador. La violencia y la inseguridad era el pan de cada día en nuestras calles, un campo de batalla sumado a los toques de queda y el enfrentamiento entre el pueblo y los entes de seguridad, incluso entre delincuentes.
Mi sueño de ser periodista, de construir historias e informar a mi país, se había desvanecido, pensaba que todo se había reducido a una simple supervivencia diaria.
Tuve que abandonar la universidad una mañana de septiembre del 2017 luego de mi clase de ciencias políticas, cuando de pronto escuchamos una alarma que resonó en todo el campus, salí de mi aula algo asustada y desesperadamente fui por mi hermano menor, que se encontraba en la misma universidad; “Royer” estudiaba derecho, tenía en aquel entonces 15 años, por suerte lo encontré en el pasillo, buscándome también, recuerdo que lo miré y lo primero que le pregunté: ¿Te encuentras bien? – Sí,sí,bien – respondió.
Una semana después, aproximadamente a las tres de la madrugada me encontraba dejando mi país, mi hogar, mis estudios, familiares, amigos de infancia, mis calles, mi vida.
Nos fuimos obligados, recuerdo a mi madre diciendo: adelántese, en un rato los alcanzo, pero mi curiosidad me ganó, y la vi llorando mientras cerraba la puerta. Luego de aquella desgarradora escena nos subimos a una vieja camioneta de un vecino que nos llevaría hasta el terminal, cada uno llevaba una muda de ropa, solo nos acompañaba un viejo T.V con gran trasero.
Mi hermano de 15 años, cargaba a mi sobrino de 8 meses, a mi hermana de 10 años la tomaba mi mamá entre sus brazos, yo pensaba en todo, y entre ello, en la tumba de mi hermano mayor, que, probablemente estaría abandonada y sin flores durante muchos años.
En el camino, encontré a otros como yo, otros que habían perdido todo, pero que seguían adelante, otros que seguían creyendo en un futuro mejor.
Al llegar al terminal de Maracaibo, mi madre buscó a quién nos llevaría por la “trocha”(paso fronterizo ilegal entre Venezuela y Colombia). Los autos que hacían ese tipo de transporte sobraban, y cobraban unos 30 a 40 mil pesos por persona, quienes te advertían que debías llevar aproximadamente 100 mil pesos para darle "picos" a los guardias venezolanos en cada “alcabala” (peaje de control policial). ¿Cuantos arreglos estéticos debió hacer mi madre antes, para pagar ? - me pregunté siempre -.
Llegamos a la frontera como un manto de oscuridad y miedo, todos como sardinas en lata con otros migrantes que abarcaban el mismo auto, ese momento se convirtió en un abismo de incertidumbre; Todos exhaustos y hambrientos, dando los últimos pesos a los “mecateros” del lodoso camino de la "trocha", si no lo hacías, salían en grupos los guajiros de la zona, amenazando con no dejarte pasar.
El llanto de los niños y los susurros de los adultos, la tensión era palpable, como si el destino mismo estuviera en juego, dependiamos del diálogo del chofer con los “mecateros", todo era un riesgo, cada movimiento una apuesta por la vida.
Describiría la frontera como: una línea imaginaria que separa la desesperación de la esperanza, un campo de batalla donde los mercenarios del tráfico humano, nos acechan como depredadores, listos para explotar nuestra vulnerabilidad.
“Aprovechadores de un puñado de almas desesperadas, que se aferran en oraciones, deseando llegar a la luz”.
Así fue como en el año 2017 llegamos a Colombia.
Luego tocó la integración como migrantes. Fue un desafío que trascendió la barrera de nuestra cultura, que, a pesar de la hospitalidad y solidaridad de los colombianos, la realidad es que enfrentamos obstáculos burocráticos, económicos y sociales que dificultaron nuestra inserción en la sociedad; Desde la falta de documentación y acceso a servicios básicos, hasta la discriminación y estigmatización de ser migrante venezolana, puesto que, en el año 2017 había un auge migratorio en Colombia y se vivía mucho más estos casos. Fue agotador y desalentador, Además, la competencia por empleos y recursos en un mercado laboral ya saturado agudizaba la sensación de inseguridad y precariedad. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, mi familia y yo demostramos una resiliencia y determinación inquebrantables, dispuestos a superar cualquier obstáculo para reconstruir nuestras vidas y contribuir al crecimiento y desarrollo de nuestra nueva “patria”.
La determinación de mi madre siempre me dio las fuerzas, la valentía para dejar atrás todo lo que conocía y amaba, me lleno de esperanza para encontrar un lugar donde pudiera ser alguien, donde pudiera hacer algo.
La política de Venezuela tras la dictadura de Maduro es compleja y marcada por una serie de eventos significativos.
Venezuela se ha vuelto cada vez más aislada internacionalmente, con rupturas de relaciones diplomáticas con varios países del continente americano, incluyendo Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
En 2017, anunció su salida de la Organización de los Estados Americanos (OEA) durante la crisis institucional de ese año.
Entre el año 2019 y 2023, hubo una disputa presidencial entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, entonces presidente de la Asamblea Nacional, quien fue reconocido por 60 países como presidente legítimo hasta 2023.
Las elecciones presidenciales de Venezuela este 2024 han sido objeto de controversia, con denuncias de fraude electoral por parte de la oposición y parte de la población venezolana.
Por otro lado, Maduro es reconocido como presidente por parte de China y Rusia, mientras que otros países no lo han reconocido.
La situación de los derechos humanos en Venezuela ha sido objeto de críticas, con informes de abusos de poder, violencia, secuestros y asesinatos por parte del poder.
"La migración debería ser una opción, no una obligación. Nadie debería verse forzado a dejar su hogar, su familia, su cultura y su tierra natal debido a la ineptitud o la opresión de un mal gobierno. La realidad es que millones de personas se ven obligadas a huir en busca de seguridad, libertad y oportunidades. La migración forzada es un recordatorio diario de la falla de los líderes políticos y la responsabilidad que tenemos como sociedad para proteger y defender los derechos humanos. Es hora que las autoridades encargadas, los gobiernos y organismos aborden las causas profundas de la migración, como la pobreza, la violencia y la corrupción, y trabajar hacia un mundo donde nadie tenga que elegir entre su país y su supervivencia."
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